viernes, 25 de junio de 2010

Horrores de la historia: El vampiro de Dusseldorf


Es probable que el criminal apodado “el vampiro de Dusseldorf” sea el más sangriento y pérfido de todos los criminales comunes de la historia de la humanidad. Esta calificación no solo se debe a la cantidad de crímenes que cometió durante su vida, sino que se debe además a que la mayoría de ellos estaban hechos con singular atrocidad. Otro aspecto horroroso del autor de estos crímenes, es la tranquilidad con que los relató, sin que en ningún momento demostrara el menor arrepentimiento. Pero… ¿Quién era este monstruo?
Se trataba de Peter Kunten, el mayor de trece hermanos, nacido en Mulheim, Alemania, en el año de 1883. Hijo de un alcohólico desocupado, fue víctima tal como el resto de su familia de innumerables actos de violencia doméstica. Según el mismo relatara luego de su detención, fue testigo de las golpizas a las que sometía a su madre, e inclusive, vio como la violaba en una oportunidad. Posteriormente, el padre de Kunten fue arrestado y condenado por la violación de una de sus hijas, de tan solo 13 años de edad.
Del horrible ambiente de su casa, Kunten se fugó en varias oportunidades, siendo devuelto por las autoridades en varias ocasiones, hasta que logró fugarse en forma definitiva a los ocho años. A los nueve años, tiró al Rin a un niño de cinco años y luego a otro que intentaba salvarlo. Ambos niños perecieron ahogados, convirtiéndose estos en sus dos primeros homicidios. Se crió en la calle, donde desde niño se acostumbró a vivir de pequeños robos. Vivió con un empleado de la perrera, donde realizó sus primeros actos de sangre, maltratando y luego matando a los perros que eran recogidos de la calle. En sus tropelías de adolescente, acostumbraba matar animales de granjas vecinas a la ciudad. Es en estas granjas donde comete varios actos de zoofilia, degollando y bebiendo la sangre de los animales cuando llegaba al clímax.
Ya adulto, en 1897, es detenido y encarcelado por robo. Esta es su primera condena de una larga serie, que lo llevará a estar preso casi veinte años en total. Su vida en la cárcel es una muestra fiel de su desviación mental, ya que cometía actos de desobediencia e indisciplina para que lo sometieran a aislamiento donde, según sus propios relatos, daba rienda suelta a sus fantasías, las que incluían planes de sofisticados asesinatos en masa con venenos y bacilos en escuelas y orfanatos. Según sus propias palabras, obtenía con estos pensamientos el mismo placer que otros con mujeres desnudas. En 1899 es detenido y encarcelado por desertar del Ejército. En 1900 ataca sexualmente a una joven en el bosque de Graffenberg, sitio que luego se convertiría en el teatro de operaciones de varios de sus crímenes más sangrientos.
En 1913, mientras merodeaba por una casa que creía abandonada para robarla, descubre que en el interior se encuentra una niña de 13 años durmiendo en una de las habitaciones. Luego de comprobar que se encontraba sola, la estranguló con ambas manos. La niña intentó defenderse hasta que quedó inconsciente, momento en que extrae un pequeño cuchillo de su bolsillo y la degüella en el borde de la cama. Cuando Kunten realiza el relato de este hecho, cuenta el placer que sintió mientras oía como caía la sangre en el piso de la habitación. Este fue el primero de una larga serie de homicidios. Pero su sadismo no queda en el hecho mismo, sino que, al otro día, vuelve a la zona y conversa con vecinos e incluso con policías sobre el asesinato.
Durante la Primera Guerra Mundial, es arrestado por varios robos y violaciones. Sin embargo, en 1921 contrae matrimonio en Altenberg con una mujer de buena reputación y se emplea como camionero, donde también tiene una destacada actividad como sindicalista. Tal como la mayoría de los criminales sexuales, Kunten parece llevar una vida completamente normal. Se vestía en forma sencilla pero prolija; se recortaba el bigote a la usanza de la época, se empolvaba la cara y usaba brillantina para el pelo. Tenía modales educados, voz reposada y actitud tranquila, lo que en varias ocasiones le sirvió para ganarse la confianza de sus víctimas. En 1925 se traslada nuevamente a la ciudad de Dusseldorf, donde retomará su actividad criminal, algunos de ellos finalizados con la muerte de la víctima. Pero es a partir de 1929 que lo domina la compulsión por estos crímenes.
A partir de febrero de 1929 comienza una serie de asesinatos que lo colocarán entre los más destacados asesinos en serie de la historia. El 3 de febrero de ese año, asesina a una joven de veinticuatro puñaladas hechas con unas tijeras. El 13 de febrero apuñala a un obrero ebrio y el 19 asesina a otra mujer de 24 puñaladas. El 9 de marzo mata a puñaladas a una niña de 8 años, quema su cuerpo con combustible y lo entierra.
La prensa amarillista logra grandes ventas con el accionar de Kunten, lo que provoca que varios mitómanos confiesen los homicidios realizados por él. El más destacado, Stausberg, agredió a dos mujeres y cuando fue apresado, confesó los demás crímenes como propios. La carrera criminal de Kunten continúa en agosto, cuando asesina a un hombre y dos mujeres a puñaladas.
La ciudad de Dusseldorf vivía en estado de pánico. Las calles quedaban desiertas al oscurecer y se reforzaban puertas y ventanas. Todos los días y en todos lados se comentaban con horror las andanzas del “Vampiro de Dusseldorf”. Las noticias de sus crímenes viajaban por todo el mundo, lo que llevó a esa ciudad a muchos periodistas de todas partes para cubrir los macabros asesinatos, lo que colaboró en el aumento del pánico que dominaba a los habitantes de la ciudad.
Los asesinatos se sucedieron durante el resto de 1929 y comienzos de 1930, hasta que Peter Kunten comete un grave error, el que a la postre le resultaría fatal junto con una serie de coincidencias. El 14 de mayo, llega por tren a la ciudad una joven llamada María Budlik en busca de trabajo y un sitio donde alojarse. Cuando desciende del tren se siente desorientada, lo que aprovecha un hombre que se encontraba allí y se ofrece a acompañarla a una residencia para mujeres. Cuando se encuentra a solas con ella, el hombre intenta aprovecharse de ella, lo que da origen a una riña. Es en esos momentos que aparece un hombre de buen aspecto que sale en defensa de la chica, provocando la huída del hombre. Peter Kunten, quien era el “salvador” de la joven, generó en ella un estado de confianza provocado por su buena apariencia y buenos modales. Acepta la invitación que éste le hace y la lleva a un departamento, donde le da de comer. Posteriormente la lleva al bosque de Grafenburg, donde la toma del cuello e intenta desnudarla. Cuando está a punto de perder el conocimiento, la llegada al clímax de Kunten hace que éste la suelte. Tras la promesa de la María de no revelar a nadie la dirección de su departamento ni contar lo sucedido, Kunten la acompaña al tranvía y la deja ir.
La joven, tal como prometió, no relató a nadie lo acontecido. Sin embargo, días después envía una carta a una amiga donde describe lo sucedido. Por error, el correo entrega la carta a otra mujer de apellido parecido, la que de inmediato da cuenta a la policía de la carta recibida. Las autoridades localizan a María Budlik, la que los dirige al departamento de Kunten y da las señas que permiten realizar un retrato que sería publicado por toda la prensa.
Viéndose atrapado, Kunten piensa en su mujer, a quien respeta mucho y decide contarle todo para que ella lo entregue y pueda cobrar la cuantiosa recompensa ofrecida por su captura para que no quedara desvalida. Cuando relata a su mujer su carrera delictiva, ésta se desmaya horrorizada en primera instancia, decide acceder a entregarlo.
Peter Kunten es apresado y enjuiciado en abril de 1931. En una primera instancia se declara inocente, pero en el transcurso del juicio cambia de actitud y decide confesar sus crímenes. Un equipo de psiquiatras trabaja afanosamente para evitar que pueda ser declarado un enajenado, lo que le evitaría la pena de muerte. Uno de estos psiquiatras, escribiría un libro posteriormente que sería record de ventas. En él, el médico confiesa sentirse sorprendido por la claridad de sus relatos y la buena memoria que tiene a la hora de describir los 79 crímenes que se atribuye, lo que contrasta con la pobre memoria de hechos más triviales. En este libro se describen en detalle los horrores sufridos por las víctimas del “Vampiro”. La crueldad y frialdad con que comete sus asesinatos es sorprendente. Solo a modo de ejemplo, Kunten dice que a su tercera víctima, una niña, la rocía con combustible y la quema antes de que muriera por las heridas infringidas para deleitarse con la terrible agonía. Durante el juicio realiza alegatos en contra del aborto y del comportamiento relajado de las mujeres, además de relatar el placer que siente al beber la sangre tibia de sus víctimas.
Peter Kunten es condenado a nueve penas de muerte. Durante la lectura de la sentencia se muestra impasible, actitud que vuelve a mostrar mientras se dirige al cadalso en la prisión de Klingelputz. Poco antes de ser guillotinado, Kunten pregunta al psiquiatra de la prisión: "Dime. Una vez que me corten la cabeza, ¿seré capaz de oír, al menos por un momento, el sonido de mi propia sangre saliendo de mi cuello? Ese sería el mayor placer como culminación de todos los placeres".
Vampiro de Dusseldorf Peter Kunten. 

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